miércoles, 31 de mayo de 2017

Las diez historias astrobiológicas - Capítulo II

CAPÍTULO  II


Breve guía de campo para buscar vida



¿Cómo será la vida extraterrestre en otros mundos?, ¿será sorprendentemente diferente a la que conocemos o bien será sorprendentemente similar? ¿Cómo puede haber sido la historia evolutiva de esas formas de vida? ¿Podríamos encontrar algún tipo de analogía con la historia evolutiva terrestre? Ya comentamos que sólo conocemos un único ejemplo de vida: la que hay en la Tierra y podemos utilizarla como “guía de campo” para entender como pueden ser las características básicas de otras formas de vida en otros mundos. Aunque primero tendríamos que saber exactamente qué es “algo vivo”, pues tenemos varios ejemplos de estructuras biológicas en la naturaleza que están en el limbo entre lo vivo y lo inerte. Por ejemplo, los virus son partículas orgánicas formadas por un ácido nucleico y proteínas que la envuelven (a veces poseen también membrana procedente de su anterior hospedador). Poseen un sistema almacenador de su información (ácidos nucleicos), pero no tienen actividad metabólica propia, pues requieren infectar a una célula huésped para, utilizando sus componentes, reproducir y encapsular la nueva progenie vírica. Otras excepciones, como los Priones (famosos por causar la enfermedad de las Vacas locas) o los parásitos intracelulares nos hacen plantearnos qué es la vida en sí. No obstante, toda ella se caracteriza por tener tres características básicas: una membrana que lo define del exterior, un metabolismo que le permite al ser vivo fabricar, a partir de los componentes que obtiene de su entorno, sus propias estructuras y, por último, poseen un mecanismo almacenador de la información del organismo, y que se transmite de generación a generación.



Sin embargo, sorprende que en un ser vivo, tan complicado que puede llegar a ser, la mayoría de los átomos que los forman sean relativamente simples desde el punto de vista de la química: Carbono, hidrógeno, Oxígeno, Nitrógeno, Fósforo y Azufre fundamentalmente son los que participan en las estructuras y reacciones biológicas terrícolas. Lo interesante es que son átomos relativamente sencillos de “construir” por la naturaleza (en el interior de las estrellas, una vez que el Hidrógeno, el combustible estelar se ha convertido en Helio, básicamente la estrella se comprime y permite que sucedan en su interior nuevas reacciones que lo transforman en otros elementos) y cada uno con propiedades bien definidas por la tabla periódica, por lo que puede presuponerse que pueden ser una base prometedora para la vida.

Creo que se nos haría raro conocer en el futuro una forma de vida cuyo átomo estructural en vez de ser Carbono, sea, por ejemplo, el Telurio o el Praseodimio. Sin embargo, no tienen por qué ser sólo los átomos que constituyen a la vida terrestre. Por ejemplo, muchos astrobiólogos consideran que el Silicio puede ser un átomo que puede equipararse al Carbono como elemento estructural de la vida, puesto que sus propiedades son similares (si nos fijamos en la tabla periódica, vemos que el Carbono y el Silicio están dentro del mismo grupo); a fin de cuentas, nosotros usamos el Silicio para la fabricación de componentes electrónicos robóticos (y quizás en un futuro podamos construir antes una forma de vida robótica en vez de una celular), y aunque sus características lo hacen menos hábil para formar moléculas de diversa naturaleza a diferencia del Carbono, es factible dicha posibilidad (esta diversidad de moléculas que puede formar el Carbono se ve reflejado en la química orgánica, la cual estudia únicamente las moléculas con átomos de Carbono en su estructura y, como comprenderéis, los tipos de moléculas orgánicas que podemos imaginar son muchísimas).

En cuanto a moléculas simples inorgánicas, el agua constituye una de las claves para la vida terrestre, hasta tal punto que ésta puede llegar a no sobrevivir en ambientes donde no está accesible. Un buen ejemplo de ello es el desierto de Atacama, en Chile, donde algunas muestras de tierra de la superficie llegan a estar más estériles de microorganismos que las mesas de operación de los hospitales. El agua tiene una gran serie de propiedades que lo hacen muy útil biológicamente, aunque se han intentado buscar sustitutos potenciales al agua para otras hipotéticas formas de vida; quizás otras formas de vida en el universo bañen sus “células” con metano, etano o amoníaco.

Además, la vida requiere de fuentes energéticas adecuadas (ver imagen 1). La energía química y la electromagnética son la base de la vida terrícola, pero quizás otras formas de vida puedan aprovechar gradientes de temperatura o incluso la energía gravitatoria a través de mareas, quien sabe…


Imagen 1. Una fumarola hidrotermal,  lugar en el que la química da lugar a cosas interesantes ¿pudo ser un ambiente similar a éste hace más de 3800 millones de años precursor de las primeras formas de vida?

Lo que está claro es que estas hipotéticas formas de vida deben vivir en mundos donde su medio ambiente sea estable. Cambios radicales en las condiciones ambientales harían difícil la supervivencia en ese mundo de la vida que pudiera surgir. No hay más que ver los ejemplos de Venus y Marte para darnos cuenta de que la Tierra siempre ha sido, prácticamente desde que ésta apareció, acogedora con la vida, aunque sea microscópica, y que las cosas pueden torcerse en mundos prometedores para el desarrollo de la vida.

Si observamos atentamente, algo que hace la vida en su conjunto es alterar las condiciones físico-químicas de los ambientes donde viven, y el mejor ejemplo es observar al planeta Tierra. En el pasado capítulo comentamos que la atmósfera originaria era, por lo menos, bastante menos oxidante que en la actualidad. Hoy en día, el oxígeno es común en la atmósfera gracias a la actividad fotosintética; pero también hay gases como el metano, producto de la actividad de las arqueas metanógenas. Lo curioso para un observador externo es que aunque la proporción de metano respecto a oxígeno es muy baja, según las leyes de la termodinámica, no debería de haber ni rastro de metano (ya que el oxígeno oxida rápidamente al metano, convirtiéndolo en dióxido de carbono y agua). La única explicación es que se inyecta a la atmósfera ingentes cantidades de metano constantemente, y es la vida la culpable (bueno, en concreto, las arqueas metanógenas). Por ello está en fuerte desequilibrio termodinámico la atmósfera terrestre. Por lo tanto, un buen indicador planetario de presencia de vida en otros mundos sería analizar si su atmósfera está en fuerte desequilibrio termodinámico, y eso es lo que se está intentando hacer con la búsqueda de exoplanetas que alberguen condiciones propicias para la vida.

No obstante, puede ser que una atmósfera en equilibrio termodinámico pueda poseer vida, ya que la ausencia de evidencia no es la evidencia de la ausencia. El mejor ejemplo de ello es el planeta rojo, Marte. Termodinámicamente está en equilibrio termodinámico su atmósfera, pero eso no quiere decir que no pueda haber vida en algún rincón del planeta. Por los datos de las sondas Viking en la década de los 70´, la superficie de Marte parece completamente estéril (aunque aún hay discusiones al respecto de los resultados de la misión Viking). No obstante, los parajes subterráneos de Marte pueden ser un excelente hogar para la vida microbiana marciana, al igual que en parajes subterráneos terrestres en los que la vida prospera de manera prácticamente aislada e independiente de lo que sucede en el exterior. Puede ser que haya agua líquida en las profundidades de Marte; pueden estar protegidos por la radiación solar que fríe en cambio su superficie, y la variación térmica puede ser mucho menos acusada que en la superficie, todo ello condiciones propicias para posibles formas de vida. Es más, sobre algunos de estos parajes parece que se ha detectado ligeras trazas de metano que podrían llegar a ser de origen biológico, quizás los supervivientes de una época en la que Marte albergaba vida por doquier…

La vida en la Tierra prospera en los ambientes más extremos inimaginables, e incluso en condiciones ambientales que se pueden asemejar a otros mundos; como decía Carl Sagan, la búsqueda de vida más allá de la Tierra y la naturaleza de la vida terrestre son dos aspectos de una misma cuestión: la búsqueda de nuestra identidad. Quizás la vida sólo se desarrolla en condiciones muy muy concretas, o puede que sea un fenómeno común en el cosmos; en ambos casos la conclusión es puramente asombrosa. Lo que está claro es que para encontrar vida extraterrestre, hay que tener en cuenta el conjunto de los factores a analizar, puesto que la vida es una combinación de factores que en otros casos serían altamente improbables de que sucediesen.

Escrito por José Jordán Soria


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