CAPÍTULO II
Breve guía de campo para buscar vida
¿Cómo será la vida extraterrestre
en otros mundos?, ¿será sorprendentemente diferente a la que conocemos o bien
será sorprendentemente similar? ¿Cómo puede haber sido la historia evolutiva de
esas formas de vida? ¿Podríamos encontrar algún tipo de analogía con la
historia evolutiva terrestre? Ya comentamos que sólo conocemos un único ejemplo
de vida: la que hay en la Tierra y podemos utilizarla como “guía de campo” para
entender como pueden ser las características básicas de otras formas de vida en
otros mundos. Aunque primero tendríamos que saber exactamente qué es “algo
vivo”, pues tenemos varios ejemplos de estructuras biológicas en la naturaleza
que están en el limbo entre lo vivo y lo inerte. Por ejemplo, los virus son
partículas orgánicas formadas por un ácido nucleico y proteínas que la
envuelven (a veces poseen también membrana procedente de su anterior
hospedador). Poseen un sistema almacenador de su información (ácidos
nucleicos), pero no tienen actividad metabólica propia, pues requieren infectar
a una célula huésped para, utilizando sus componentes, reproducir y encapsular
la nueva progenie vírica. Otras excepciones, como los Priones (famosos por
causar la enfermedad de las Vacas locas) o los parásitos intracelulares nos
hacen plantearnos qué es la vida en sí. No obstante, toda ella se caracteriza
por tener tres características básicas: una membrana que lo define del
exterior, un metabolismo que le permite al ser vivo fabricar, a partir de los
componentes que obtiene de su entorno, sus propias estructuras y, por último,
poseen un mecanismo almacenador de la información del organismo, y que se
transmite de generación a generación.
Sin embargo, sorprende que en un
ser vivo, tan complicado que puede llegar a ser, la mayoría de los átomos que
los forman sean relativamente simples desde el punto de vista de la química:
Carbono, hidrógeno, Oxígeno, Nitrógeno, Fósforo y Azufre fundamentalmente son
los que participan en las estructuras y reacciones biológicas terrícolas. Lo
interesante es que son átomos relativamente sencillos de “construir” por la
naturaleza (en el interior de las estrellas, una vez que el Hidrógeno, el
combustible estelar se ha convertido en Helio, básicamente la estrella se
comprime y permite que sucedan en su interior nuevas reacciones que lo
transforman en otros elementos) y cada uno con propiedades bien definidas por la
tabla periódica, por lo que puede presuponerse que pueden ser una base
prometedora para la vida.
Creo que se nos haría raro conocer
en el futuro una forma de vida cuyo átomo estructural en vez de ser Carbono,
sea, por ejemplo, el Telurio o el Praseodimio. Sin embargo, no tienen por qué
ser sólo los átomos que constituyen a la vida terrestre. Por ejemplo, muchos
astrobiólogos consideran que el Silicio puede ser un átomo que puede
equipararse al Carbono como elemento estructural de la vida, puesto que sus propiedades
son similares (si nos fijamos en la tabla periódica, vemos que el Carbono y el
Silicio están dentro del mismo grupo); a fin de cuentas, nosotros usamos el
Silicio para la fabricación de componentes electrónicos robóticos (y quizás en
un futuro podamos construir antes una forma de vida robótica en vez de una
celular), y aunque sus características lo hacen menos hábil para formar
moléculas de diversa naturaleza a diferencia del Carbono, es factible dicha
posibilidad (esta diversidad de moléculas que puede formar el Carbono se ve
reflejado en la química orgánica, la cual estudia únicamente las moléculas con
átomos de Carbono en su estructura y, como comprenderéis, los tipos de
moléculas orgánicas que podemos imaginar son muchísimas).
En cuanto a moléculas simples
inorgánicas, el agua constituye una de las claves para la vida terrestre, hasta
tal punto que ésta puede llegar a no sobrevivir en ambientes donde no está
accesible. Un buen ejemplo de ello es el desierto de Atacama, en Chile, donde
algunas muestras de tierra de la superficie llegan a estar más estériles de
microorganismos que las mesas de operación de los hospitales. El agua tiene una
gran serie de propiedades que lo hacen muy útil biológicamente, aunque se han
intentado buscar sustitutos potenciales al agua para otras hipotéticas formas
de vida; quizás otras formas de vida en el universo bañen sus “células” con
metano, etano o amoníaco.
Además, la vida requiere de
fuentes energéticas adecuadas (ver imagen 1). La energía química y la
electromagnética son la base de la vida terrícola, pero quizás otras formas de
vida puedan aprovechar gradientes de temperatura o incluso la energía
gravitatoria a través de mareas, quien sabe…
Lo que está claro es que estas
hipotéticas formas de vida deben vivir en mundos donde su medio ambiente sea
estable. Cambios radicales en las condiciones ambientales harían difícil la
supervivencia en ese mundo de la vida que pudiera surgir. No hay más que ver
los ejemplos de Venus y Marte para darnos cuenta de que la Tierra siempre ha
sido, prácticamente desde que ésta apareció, acogedora con la vida, aunque sea
microscópica, y que las cosas pueden torcerse en mundos prometedores para el
desarrollo de la vida.
Si observamos atentamente, algo
que hace la vida en su conjunto es alterar las condiciones físico-químicas de
los ambientes donde viven, y el mejor ejemplo es observar al planeta Tierra. En
el pasado capítulo comentamos que la atmósfera originaria era, por lo menos,
bastante menos oxidante que en la actualidad. Hoy en día, el oxígeno es común
en la atmósfera gracias a la actividad fotosintética; pero también hay gases
como el metano, producto de la actividad de las arqueas metanógenas. Lo curioso
para un observador externo es que aunque la proporción de metano respecto a
oxígeno es muy baja, según las leyes de la termodinámica, no debería de haber
ni rastro de metano (ya que el oxígeno oxida rápidamente al metano,
convirtiéndolo en dióxido de carbono y agua). La única explicación es que se
inyecta a la atmósfera ingentes cantidades de metano constantemente, y es la
vida la culpable (bueno, en concreto, las arqueas metanógenas). Por ello está
en fuerte desequilibrio termodinámico la atmósfera terrestre. Por lo tanto, un
buen indicador planetario de presencia de vida en otros mundos sería analizar
si su atmósfera está en fuerte desequilibrio termodinámico, y eso es lo que se
está intentando hacer con la búsqueda de exoplanetas que alberguen condiciones
propicias para la vida.
No obstante, puede ser que una
atmósfera en equilibrio termodinámico pueda poseer vida, ya que la ausencia de
evidencia no es la evidencia de la ausencia. El mejor ejemplo de ello es el
planeta rojo, Marte. Termodinámicamente está en equilibrio termodinámico su
atmósfera, pero eso no quiere decir que no pueda haber vida en algún rincón del
planeta. Por los datos de las sondas Viking
en la década de los 70´, la superficie de Marte parece completamente estéril
(aunque aún hay discusiones al respecto de los resultados de la misión Viking). No obstante, los
parajes subterráneos de Marte pueden ser un excelente hogar para la vida
microbiana marciana, al igual que en parajes subterráneos terrestres en los que
la vida prospera de manera prácticamente aislada e independiente de lo que
sucede en el exterior. Puede ser que haya agua líquida en las profundidades de
Marte; pueden estar protegidos por la radiación solar que fríe en cambio su
superficie, y la variación térmica puede ser mucho menos acusada que en la
superficie, todo ello condiciones propicias para posibles formas de vida. Es
más, sobre algunos de estos parajes parece que se ha detectado ligeras trazas
de metano que podrían llegar a ser de origen biológico, quizás los
supervivientes de una época en la que Marte albergaba vida por doquier…
La vida en la Tierra prospera en
los ambientes más extremos inimaginables, e incluso en condiciones ambientales
que se pueden asemejar a otros mundos; como decía Carl Sagan, la búsqueda de
vida más allá de la Tierra y la naturaleza de la vida terrestre son dos
aspectos de una misma cuestión: la búsqueda de nuestra identidad. Quizás la
vida sólo se desarrolla en condiciones muy muy concretas, o puede que sea un
fenómeno común en el cosmos; en ambos casos la conclusión es puramente
asombrosa. Lo que está claro es que para encontrar vida extraterrestre, hay que
tener en cuenta el conjunto de los factores a analizar, puesto que la vida es
una combinación de factores que en otros casos serían altamente improbables de
que sucediesen.
Escrito por José Jordán Soria
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