¿Cómo se desarrolló la consciencia
de la especie humana?; la gente no se suele preguntar mucho “¿quiénes somos?”,
pues la vida diaria nos preocupa en exceso. Para arriba, para abajo, a las
clases de la facultad, a trabajar después de las clases, que estoy preocupado
por un examen… Si nos hacemos esta pregunta y reflexionamos un poco, no
tardaremos en llegar a deducir la famosa frase de Descartes, “Pienso, luego
existo”, pero si aún profundizamos un poco más, podemos plantearnos una de las
mayores preguntas sin respuesta de la historia humana: “¿Es factible encontrar
otras formas de vida con consciencia e inteligencia?”
Desde luego, a día de hoy es una
pregunta sin respuesta, decir qué es exactamente la inteligencia, aunque
tengamos una cierta idea abstracta de ello. Es más, ni siquiera sabemos muy
bien qué pasó en la evolución humana para desembocar en el fenómeno de la
consciencia e inteligencia. Lo que sí sabemos es que la inteligencia en sí no
es algo exclusivo de la especie humana y para ello no hay más que ver a
nuestros parientes más cercanos, respaldado por la filogenética molecular
mitocondrial: los chimpancés (Pan
troglodytes), los cuales divergen en tan sólo un 0,7% en su acervo
genético con nosotros. También otros animales como los delfines o las ballenas
muestran también grandes dotes en el campo intelectual, pero ninguna al nivel
de la especie humana. No obstante, haríamos bien en entender a estas otras
formas de vida terrestres si queremos establecer un diálogo con formas de vida
extraterrestres conscientes…
Los homínidos modernos, de los
cuales todos nosotros descendemos, por el testimonio de los fósiles,
evolucionaron a partir de otros primates anteriores en las llanuras del África
central, al parecer de la rama del Australophitecus afarensis
(con una altura media de no más de un metro y medio y unos 50 Kg de peso) y como
mucho hace unos cuatro millones de años antes del presente.
El incremento del volumen cerebral
gracias a los cambios en los hábitos de alimentación y el aumento de la
destreza manual fueron cuestiones clave en nuestra evolución inicial; además
los estudios genéticos actuales revelan algunos aspectos ocultos de la historia
de la evolución humana temprana. Por ejemplo, los humanos y chimpancés
presentan una baja divergencia del cromosoma X sexual, al parecer debido a que
en la evolución inicial del linaje que conduciría a la especie humana parece
que se dieron hibridaciones con los ancestros del linaje de los chimpancés.
Desde esa época hasta la actualidad,
tras su divergencia con la rama que daría lugar a los chimpancés, han aparecido
y se han extinguido muchas familias en esa rama del árbol genealógico: Homo habilis, Homo erectuso Homo neanderthalensis son
algunos ejemplos; estos últimos compartieron hábitats con los primeros Homo sapiens que migraron de
África a Europa y lo curioso es que tenían una capacidad cerebral algo mayor
que la nuestra (unos 1425 cm3 por los 1350 cm3 de los
humanos actuales de media), pero sólo la especie Homo sapiens, que apareció hace menos de 40000
años en África, y posteriormente se expandieron por todo el mundo, han llegado
a sobrevivir hasta a la actualidad, lo cual nos plantea que la evolución de la
inteligencia compleja no fue una presión evolutiva importante. Es más, el éxito
de nuestros ancestros respecto de los neandertales probablemente fue el mayor
aprovechamiento de la especie humana ante la falta de alimentos durante los
períodos de escasez, a diferencia de los neandertales, que con sus grandes
cuerpos y elevada masa corporal requerirían mayor cantidad de alimentos en una
época de clima inestable y que tuvieron períodos de glaciación que
mermaron mucho más a los neandertales, además de estar las poblaciones de
neandertales muy diseminadas, lo que favoreció la endogamia y el consiguiente
aumento de problemas genéticos en las poblaciones de estos individuos.
Pero, también el análisis genético de
las poblaciones humanas actuales revela que la diversidad genética en conjunto
es muy baja, debido a grandes catástrofes que produjeron fuertes disminuciones
en los tamaños poblacionales de las poblaciones humanas (a esto se le conoce
como cuellos de botella poblacional), provocando también que se aparearan
individuos de familias cercanas, por lo que la diversidad genética disminuyó
enormemente y se mantiene aún en la actualidad, a pesar de ser miles de
millones de personas habitando este diminuto paraíso azul rebosante de vida.
Para mí todo esto es maravilloso:
buena parte de la historia de nuestra evolución reciente contenida en el
material genético presente en cada una de nuestras células: el ADN. Es más,
realmente no existen (filogenéticamente hablando) las razas o etnias de
personas (Imagen 1). Desde la gente del norte de Europa a las del Sur de
América, pasando por Asia y Oceanía, todos nosotros somos como una gran familia
que comprende a nuestra especie, la especie Homo
sapiens, una especie que, a diferencia de otras, modifica su
entorno para su subsistencia y aprovechamiento, creando para ello herramientas
y usando los recursos de los que posean a su alcance, y creo que somos (pecando
con algo de falta de humildad, pues somos capaces de lo peor) de lo mejor que
ha ocurrido en la historia de la vida sobre la Tierra, pues hemos enviado
sondas a reconocer otros mundos, explorado en persona un mundo ajeno (nuestro
satélite natural, la Luna), los fondos oceánicos y las cumbres más elevadas del
planeta Tierra, en parte mundos muy ajenos también a nosotros, y todo ello sin
disponer de afiladas garras, fuertes colmillos o grandes patas como poseen
otros animales para subsistir; básicamente dependemos de nuestro cerebro para
sobrevivir. De él surgió la ciencia y la tecnología, la cultura, la religión y
el ansia de conocer el mundo que nos rodea, en definitiva, de todo aquello que
nos hace ser verdaderamente humanos.
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